Hervé Bizeul, sumiller, restaurador y periodista vitícola gastronómico, decidió instalarse en 1998, donde empezó con cuatro tinas de resina y una bomba. Aquel primer año vinificó en casa de un amigo, prensó en casa de otro y crió el vino en una tercera. Año tras año han ido condicionando el garaje de su casa como bodega, incrementando el número de hectáreas productivas (pasando de 7 hectáreas en 1999 a las casi 30 en 2010) así como el número de barricas para la crianza.
Las viñas viejas están plantadas en un terreno arcillo-calcáreo entre grandes encinas.
Las diferentes parcelas tienen una gran diversidad de terruños: el de Vingrau, situado sobre vertientes calcáreas, tiene suelos con un pH muy básico que da vinos densos y estructurados, con una gran capacidad de envejecimiento.
El de Tautavel, con arcillas rojas de origen aluvial y con una alta proporción de cantos rodados (similares a los de "Châteauneuf"), dan a la mourvèdre una magnífica concentración; el de Maury es donde se encuentran parte de la garnacha tinta y el syrah, se caracteriza por los suelos oscuros y poco gruesos que obligan a la viña a crecer en profundidad; el de Bélesta, con Gneis magmática y granito, aporta al syrah notas especiadas y de una finura extrema; y el de Calce, con suelos arcillo-calcáreos que aportan una riqueza excepcional al gran vino de la casa, La Petite Sibérie.
Tanto Hervé como su esposa Claudine han centrado la calidad de sus vinos en la búsqueda de los mejores terruños y en unas vinificaciones meticulosas para obtener su vino ideal: "el vino fruta". Los vinos de Clos des Fées se venden a la avanzada.